Los “influencers” de IA son puro cuento. El verdadero negocio va por otro lado.
«La IA no será tu influencer favorita, pero escribirá sus captions, diseñará su merch y retocará sus thirst traps».
Seamos francos: los gurús de LinkedIn pueden prometer lo que quieran, pero los “influencers” artificiales no van a destronar a los humanos que marcan tendencia. La gente aún necesita testimonios reales, vidas imperfectas, metidas de pata auténticas. Esa confianza no se genera con pómulos generados por GPU ni con brillo de piel 8K.
Sí, las marcas ya juegan con avatares de IA en Instagram, TikTok y el cementerio metaverso que un día fue Decentraland. Pero si crees que el público hará fila para escuchar reseñas de champú de una cara sintética sin poros ni sudor, estás bebiendo tu propio Kool-IA.
De “chica It” a “cosa It”
Lo que viene no son androides que fingen ser humanos, sino personajes digitales que asumen su artificialidad: caricaturescos, deliberadamente raros, diseñados para entretener, no para engañar. Piensa en una Geico gecko con la energía holográfica de Hatsune Miku: súper brandiable, memética, inconfundiblemente no-humana. Y ahí está su poder.
Estos rostros sintéticos reinarán en la publicidad, no en la influencia. Comerciales, reels, cuñas, “extras” digitales en el sponcon de tu streamer favorito: son baratos, obedientes y jamás piden aumento.
El giro picante
Donde la IA sí explotará es en la industria adulta. Modelos hiperrealistas, moldeados al gusto y en tiempo real: OnlyFans turbo o PornHub con motor Midjourney. Intimidad a la carta, programable y, sí, un tanto inquietante. No reemplazará del todo a performers humanos, pero abrirá un nuevo nicho gigante de erotismo sintético.
No habrá nuevas “It Girls” de IA; habrá “It Things”. No sustituyen a los humanos, inventan otra categoría.
El ocaso de la influencia tal como la conocemos
Hablemos de la plataforma en sí: la era influencer toca techo. El “boom” parasocial se desinfla. No muere, pero muda de piel. Menos megáfono, más susurro selectivo.
Las redes ya se bifurcan en dos capas:
- Círculo interno: amigos, grupos, DMs, lo que de veras te importa.
- Círculo externo: tendencias, ruido de marca y relleno generado por IA.
La gente quiere intimidad. Menos broadcast, más pertenencia.
La IA al volante (y tras bambalinas)
En ese círculo externo, la IA dirige la orquesta: suites “todo-en-uno” que idean campañas, generan visuales, redactan copies, lanzan reels, prueban variantes y publican en todas las plataformas. Marketers supersónicos en piloto automático; adiós agencias sobrepagadas.
Entramos en la era post-agency: creatividad en tiempo real y anuncios hechos a tu medida milimétrica. Las propias plataformas enviarán paquetes de contenido al comprador ideal — o al que aún no sabe que lo es. Personalización predictiva con dientes.
Se acabó el “spray & pray”. El algoritmo ya sabe quién clicará y qué tono de verde convierte mejor.
Bienvenidos a la persuasión sintética
No, tu próximo ídolo de estilo no será un avatar. Pero la IA ya domina los engranajes que hacen posible la influencia: silenciosa, eficiente, implacable.
Así que deja de insistir en microinfluencers artificiales. Necesitas mejor guion… o quizás un lagarto con gafas de sol que venda jabón. Tú eliges.